Nada teníamos a nuestro nombre.
Ni cama ni techo ni un abrigo
éramos pobres, muy pobres, sin embargo
propietarios fuimos del cariño.
Con monedas de amor nos regalamos
la morada azul del paraíso,
tú cogías la luz de las estrellas
y pintabas con ellas los suspiros,
yo abría las compuertas de mi alma
para inundar de flores tus delirios.
Con hojas hicimos una almohada
y juntos soñábamos con hijos,
aquel lago azul fue nuestro reino
y con la luna compartimos su capricho
éramos el centro de la nada
y teníamos todo en los bolsillos,
tu pelo, el aire, el Sol y tu mirada,
el río el campo, mi amor y los domingos.
Nada teníamos a nuestro nombre
pero fuimos los dueños del camino.
yo corrí tras el viento por coger
las hilachas de su poncho antiguo,
con ellas, tejiste una alfombra verde
y volamos a buscar el infinito.
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